domingo, 25 de diciembre de 2011

Los de la Lejía: imponiéndose al Juzgado


Como hacía ya tiempo que no me ocupaba de mis revolucionarios favoritos, vamos con otro episodio en el que se evidencia su carácter, que no era precisamente el de fieles cumplidores de la ley, sino de revolucionarios o antisistema que diríamos hoy. Dice nuestra Constitución que el respeto a la Ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social. Un revolucionario busca cambiar el orden político y para ello no cumple con la ley y turba la paz social ¿o no?


Ramón Regal poseía un negocio en la calle de Panaderas, que pese al hábil interrogatorio a que sometí hoy a un grupo, no hubo acuerdo si era una tienda de paraguas y otros objetos, o un bazar en el que se vendía loza. Sea como fuere, no se trata de un multimillonario, terrateniente, ni demás que repite la propaganda como integrante de las bases que apoyaron el Alzamiento y encontraron en él una liberación al acoso y persecución que sufrían. Era sólo un pequeño comerciante al que los socialistas, anarquistas y demás, tenían por enemigo del proletariado. La madre de Regal poseía un bajo en la calle del Hospital inmediato al callejón de Tabares, del viejo barrio chino. Este bajo lo tenían alquilado al pintor (de brocha) Emilio Gayoso, que lo empleaba como almacén. Después de faltar al pago del alquiler durante diez meses lo denuncian al Juzgado Municipal del Distrito del Instituto y tras el juicio verbal civil correspondiente, el juez Luis Vidal Rodríguez --depurado posteriormente-- dicta sentencia el 27 de marzo de 1936 desahuciando al inquilino.

El 20 de junio se presenta una comisión del mismo juzgado municipal formada por el secretario y el alguacil acompañados de Regal para proceder al lanzamiento. Se encuentran al inquilino, que no se aviene y se retira mientras comienza a congregarse gente. Como se había llamado también a unos empleados de la cuadrilla de limpieza por si era preciso desalojar por la fuerza el local, comienzan estos a sacar los materiales hasta un antepatio inmediato a la calle en espera de que llegase un camión del mismo servicio de limpieza --eran vehículos con una simple caja posterior abierta-- en el que transportar los cacharros del pintor hasta las caballerizas municipales de la calle de las Bombas. No se pudo verificar el lanzamiento porque frente al local se estacionó parece que bastantes mujeres y chiquillos, que increparon a la comisión del Juzgado y a Ramón Regal en especial. De nuevo tenemos a mujeres y como veremos prostitutas, en disturbios patrocinados por miembros del Frente Popular (¿chusma de mujeres? Silva Ferreiro dixit).

Según informe policial, dos prostitutas vecinas de Tabares, la Campanera y la Portuguesa, buscaron protección para evitar el lanzamiento, y no fueron a por un proxeneta, sino que acudieron a por los que eran los cheches, los chulos por antonomasia de aquel barrio: los hermanos de la Lejía. Allí llegaron Bébel y France al frente de unos 15 individuos, que encarándose a la comisión judicial le comunicaron que no se podía hacer ningún desahucio. Volvieron los objetos al interior del almacén operación en la que la Campanera los ayudó, y la comisión, en vista de que carecía de fuerza que la amparase suspendió el lanzamiento. Durante estos incidentes parece que también increparon a Regal varios individuos (incluso profieriendo alguno amenazas de muerte), entre los que estaban nuestro ya conocido Manuel Abelenda Catoyra y Manuel Santalla Portela, éste de 15 años. Suspendido el lanzamiento, llega Ramón Regal a su casa y al poco recibe un anónimo por debajo de la puerta en el que se le exige que pare el desahucio:

Regal si no quiere que sucedan perjuicios de mas importancia suspenda el desaucio del inquilino del almacén de Tabares Taller de Pintura.

Esos perjuicios no hay para qué decir que podían ser un asalto, un boicot, un incendio, una agresión y hasta su muerte o la de algún pariente. Me llaman la atención varios hechos. En primer lugar, el lanzamiento definitivo --en el que la comisión del Juzgado se encontró la puerta del almacén clavada por dentro-- se produce el 31 de agosto de 1936 y no fue hasta 27 de agosto en que se dedujo un testimonio para proceder a la incoación del correspondiente sumario por atentado a la comisión judicial ¿No sería lo lógico que si el intento de lanzamiento se produjo el 20 de junio, que el 21 o 22 del mismo mes el juez municipal diese cuenta del atentado o resistencia a los agentes de la autoridad al juez de instrucción para que este proveyese para incoar sumario? El juez municipal del Distrito del Instituto era Luis Vidal Rodríguez, quiero recordar que vinculado a IR o Unión Republicana, y depurado al comenzar el Movimiento pese a su parentesco con el delegado militar en los servicios municipales, capitán José Fuciños Gayoso. En segundo lugar, insisto en que Ramón Regal no era un potentado. Era un pequeño comerciante que defendía sus derechos. Si en aquella sociedad había muchos obreros que seguían ciegamente a los de la Lejía o a la CNT, también había muchos pequeños propietarios como Regal --que insisto una vez más en que no era un banco ni ejecutaba el lanzamiento en una vivienda-- que no estaban dispuestos a declinar de sus derechos, de la propiedad del bajo en cuestión por ejemplo, o del respeto al contrato firmado. Como Regal, media España acabó hasta donde cualquiera se puede imaginar de las chulerías, de las coacciones y claro, con el temor de que aquello adquiriese carta de naturaleza y el gobierno cediese la propiedad a los inquilinos como cedió la propiedad de tierras y fincas que fueron okupadas. Recuerdo ahora que las dependencias de los Jesuitas conocidas como Kostkas y Luises fueron okupadas durante el recuento electoral de febrero del 36, precisamente por las Juventudes Socialistas, que instalaron allí su Casa del Pueblo y al igual que ocurrió con el bajo de Ramón Regal, tuvieron que ser los alzados en julio quienes los echaron, o quienes devolvieron el bajo a la madre del comerciante.

Os dejo mis notas.


jueves, 22 de diciembre de 2011

José Ignacio Wert y la memoria histórica


He de confesaros que hasta ayer no sabía nada de José Ignacio Wert. Me suena su cara, seguramente de haberlo visto en alguna tertulia televisiva, pero nada más. Por todo ello me puse a buscar información para conocer como respira el nuevo ministro de ECD sobre la memoria histórica, y tengo que decir que sentí un cierto alivio. Parece una persona razonable, de la que se puede discrepar en cuestiones de matiz, pero equilibrado, tolerante, y sobre todo con una formación inimaginable en Ángeles González Sinde, la Pajín, Chacón, Aído o el inefable Pepiño, al menos si los comparo con dos artículos que publicó Wert en El País, que dieron origen a una serie de réplicas en las que la opinión de Wert se sostiene por su propio peso.

Decía Wert el 21 de enero de 2006 en su artículo ¿La historia interminable?

Se han cumplido 30 años de la muerte de Franco. En unos meses, se cumplirán 70 del comienzo de la Guerra Civil. Y, de no ser por los empeñosos empeños editoriales y la oficiosa oficialidad conmemorativa que una y otra efemérides suscitan, ambas pasarían desapercibidas para el común de los ciudadanos, lo que es la mejor noticia sobre la salud política básica de los españoles que cupiera imaginar.

Sin embargo, es sabido que las efemérides las carga el diablo. Y en este caso, las mismas se hilan con el propósito de forzar la consagración de una definitiva relectura de nuestra historia contemporánea no menos maniquea que la que impuso el franquismo mientras pudo. En un artículo de Javier Cercas en EL PAÍS del 29 de noviembre pasado (Cómo acabar de una vez por todas con el franquismo) creo que se resume adecuadamente el espíritu y la letra de esa relectura en la siguiente frase: "Había una vez en España una República democrática mejorable, como todas, contra la que un militar llamado Franco dio un golpe de Estado. Como algunos ciudadanos no aceptaron el golpe y decidieron defender el Estado de derecho, hubo una guerra de tres años. La ganó Franco, quien impuso un régimen sin libertades, injusto e ilegítimo, que fue una prolongación de la guerra por otros medios y duró 40 años". A esa lectura se apunta con entusiasmo la izquierda que nos gobierna.

A mi juicio, el problema que suscita esta nueva verdad oficial no está en la demonización del franquismo, sino en la beatificación de la República. La descripción del régimen de Franco que despacha Cercas en las líneas anteriores es algo simplista y omite aspectos esenciales (como, por ejemplo, la propia evolución del franquismo), pero no puede decirse que sea falsa.

Sí es en cambio, a mi entender, radicalmente errónea la frase que describe a la República. La República no fue un régimen democrático mejorable como todos. Fue un fracaso de la democracia al que contribuyeron revolucionarios y contrarrevolucionarios en semejante medida. Lo fue, además, casi desde el principio, pero, sobre todo, lo fue en el periodo final, el inmediatamente antecedente a la Guerra Civil, como demuestran, a mi juicio de forma poco discutible, trabajos recientes de historiadores tan solventes como Stanley G. Payne.

Simplemente hagamos el ejercicio de transponer la historia de esos meses convulsos a la actualidad. Imaginemos que en el lapso de unos pocos meses se hubieran producido en torno a 300 muertes violentas en incidentes políticos, y entre ellas, la del jefe de la oposición parlamentaria, a manos de agentes de las fuerzas de seguridad del Estado. ¿Alguien en sus cabales hablaría, en tal situación, de un "régimen democrático mejorable"?

La cuestión está en que un fracaso colectivo -como fue la República- no tiene por qué constituirse retrospectivamente en el mástil mora al que amarrar la nueva democracia. Esto es tan erróneo -y tan autodestructivo- como lo sería pretender que la legitimidad de la actual democracia que disfrutamos se ancla en las previsiones sucesorias del franquismo.

Pero eso, con ser malo, no sería lo peor. Lo peor es que el intento trae consigo una deslegitimación implícita de uno de los pocos procesos de nuestra historia contemporánea del que tenemos razones para sentirnos orgullosos o, al menos, satisfechos: la transición. El corolario de esa relectura es, efectivamente, que la transición no da lugar a una verdadera democracia, dado que los condicionamientos de la misma no permitieron hacer justicia a las víctimas del franquismo ni superar sus tabúes, y ello vicia las bases morales del nuevo régimen democrático.

Ése es el disparate. La transición española es casi un milagro histórico. Despreciar su valor como piedra angular de nuestra democracia es renunciar a una de nuestras mejores páginas de historia colectiva. Pero, sobre todo, es aventurarnos de nuevo en una senda de incertidumbre. La historia más reciente es pródiga en ejemplos de transiciones fallidas (sin ir más lejos, en los Balcanes o en algunos países del Este de Europa). Todas tienen en común un rasgo: en ellas, el deseo de vindicación de un pasado -por irreal, mitológico o fantasioso que éste sea- se hace más fuerte que la voluntad de construir un futuro. Esas transiciones fallidas han dado lugar a quiebras de los Estados -donde la falla histórica tenía un contenido étnico, como en los Balcanes-, a inestabilidad política, a fracaso económico y, lo peor, se han cobrado en ocasiones un costoso tributo en sangre.

Por eso, la cuestión no es académica ni teórica. Los asuntos del espacio público que ocupan el lugar central de la agenda política están refractados por ese prisma revisionista, y así nos va. Especialmente, el debate sobre el modelo territorial.

Parece que hubiera que revisar la configuración del Estado de las Autonomías para ir a una filosofía más declaradamente federal porque el sistema actual no puede dar cauce a las aspiraciones de autogobierno de vascos y catalanes. Y todo ello porque las hipotecas de la transición impidieron un rediseño del Estado tan amplio como hubiera sido necesario.

Ese argumento no se sostiene ni teórica ni históricamente. El nivel de autogobierno catalán y vasco en la República era inferior al que los propios Estatutos de Sau y de Gernika consagran. Ninguno de los dos tuvo tiempo de consolidarse y, además, ambos constituyeron, cada uno a su modo, fuentes de riesgo, amenaza y deslealtad para la República. No hay nada que mirar en ese espejo: felizmente, en casi nada nos parecemos.

A estas alturas, echar atrás la vista 70 años tiene mucho más sentido para evitar los errores del pasado que para buscar inspiración en futuros aciertos. Porque hoy ya no podemos dar por buenos los versos de Gil de Biedma ("De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España / porque termina mal..."). Pero siempre corremos el riesgo de dejarnos llevar por estos otros de las Glosas a Heráclito de Ángel González: "Nada es lo mismo, nada / permanece. / Menos / la Historia y la morcilla de mi tierra / se hacen las dos con sangre, se repiten".


Como dicen en Santiago de Compostela: ¡Alabado sea Dios!




martes, 20 de diciembre de 2011

Más sobre el mitin comunista suspendido con la Pasionaria detenida


Ya me ocupé en otra anotación del mitin comunista que se celebró el 1 de enero de 1936 que resultó suspendido por el delegado del gobernador civil en vista de los disturbios producidos, y del que también resultó la Pasionaria detenida. Se celebró en el antiguo Palacio Provincial, sede entonces del Gobierno Civil, Diputación Provincial, Comisaría de Investigación y Vigilancia, y teatro Rosalía de Castro, siendo este último el lugar del edificio en donde se desarrolló el acto. Ese escudo que veis sobre el frontón triangular poseía una corona, que se eliminó durante la II República, y ni durante el Franquismo ni en Democracia se repuso.

Al suspenderse el acto por el delegado de la autoridad, entraron los de Asalto en el teatro y se les lanzó un madero desde las localidades altas que no alcanzó a ningún agente. Pese no tener obligación, al haber sido atacada la fuerza, el jefe de las mismas dio tres toques de atención para que se desalojase el lugar, pero como el público seguía en la misma actitud insultante y amenazadora, ordenó que la fuerza despejase el coliseo. Como consecuencia de lo anterior y de los incidentes que se produjeron en el desfile --que así denominaban a la salida por parte del público de un acto--, se presentó en Comisaría a Tomás Baños Ordóñez, estudiante de 23 años, porque al disolver los de Asalto el mitin se dirigió a ellos acordándose de sus progenitoras y dando vivas al proletariado. Al tratar de detenerlo en vista de las injurias proferidas, se dio a la fuga persiguiéndolo la Policía que lo detuvo en las inmediaciones del edificio de Correos, entonces en construcción.

También se detuvo a Luis Peña Pérez, de 35 años, oficial de Correos, que al suspenderse el acto comenzó a entonar la Internacional, coreada por el público; prorrumpió en gritos insultantes para la fuerza, que si desgraciados (insulto casi perdido hoy pero muy grave en la época), que si hijos de tal, que si cabrones, que si brutos, y ofreció resistencia a los agentes de la autoridad para ser conducido a Comisaría.

Se detuvo igualmente a Severino López López, de 32 años, jornalero, porque era uno de los que más se distinguían en los grupos, y después de llamarle la atención, lanzó gritos de arenga al público, levantó el puño en alto contra la fuerza en actitud amenazante y manifestó que tomarían venganza.

Del mismo modo se detuvo a Niceto Sanjosé Aguilera, de 40 años, fotógrafo, que también se resistió a la fuerza cuando se le detuvo, y por prorrumpir en gritos insultantes hacia esta mientras se dirigía a los grupos.

Asimismo resultó detenido José López Castiñeiras, de 35 años, jornalero, que daba vivas al comunismo mientras arengaba a la turba y dirigía insultos a los policías.

Por último, se detuvo a Dolores Ibarruri Gómez, de 40 años, "sus labores", porque durante el mitin invitó a hacer la revolución y también injurió a los agentes de la autoridad al pedir al público que no tomasen los colchones con los que se decía que la derecha compraba votos, porque esos colchones no sirven más que para descansar los cuerpos deshechos de nuestros maridos e hijos maltratados en las comisarías y cuarteles.

Todos salvo la Pasionaria fueron procesados, pero se salieron de rositas con la amnistía que promulgó el Frente Popular en cuanto llegó al poder. Los procesados, salvo Tomás Baños Ordóñez --según informe del alcalde luego fusilado, Alfredo Suárez Ferrín--, observaban mala conducta.

La versión anterior está basada en las declaraciones de la Policía. Los detenidos eran comunistas y como los comunistas descafeinados de ahora o los señores de la memoria histórica, no dicen una verdad, u ofrecen una versión manipulada. En este sentido uno de los elementos de mayor interés en este sumario se encuentra en varias hojas clandestinas de propaganda comunista, que son un ejemplo de agitación que cuajaba en aquellas masas analfabetas y por lo tanto sin criterio. Os invito a comparar estos textos con otros de agitación actuales como pueden ser los que aparecen en el diario Público o en los textos propagandísticos de los señores de la memoria histórica. Por ejemplo: realizan un trabajo de zapa en los cuarteles empleando la demagogia más pedestre, indicándose por ejemplo que los reclutas eran "arrancados" del campo, que el reclutamiento llevaba el hambre a las familias (mencionan explícitamente madres, hermanos, compañeras, novias, con lo cual el efecto demagógico se agudizaba) como si el ejercito soviético que tanto admiraban no tuviese reclutamiento forzoso; los mismos comunistas que ahora venden como defensores de la democracia (será la popular), animan a los soldados a aprender el manejo de armas para poner esos conocimientos al servicio de la revolución; los mismos demócratas comunistas y socialistas califican a la revolución de octubre del 34 como glorioso movimiento de octubre, o gloriosa epopeya, vamos, que de arrepentimiento nada de nada, todo ello en medio de la misma demagogia y disparates sobre no sé qué movimiento que preparaba Gil Robles, por supuesto sin aportar prueba alguna; eso sí, estaban dispuestos a completar el trabajo de los heroicos mineros Asturias, pues lo suyo era ir a un triunfo amplio y definitivo de los trabajadores, que la sangre vertida por los que denominan caídos, no había sido en vano.

Comentario aparte merece una publicación que también pretende hacer una labor de zapa en los cuarteles y se titula El soldado rojo. Ni soldado comunista, de izquierdas o republicano. Ellos se consideraban soldados rojos, como los del ejército soviético al que se idealiza, y por este y otros motivos los nacionales denominaron al ejército del Frente Popular, ejército rojo. Claro que al comenzar la guerra, cuando se quiso dar una apariencia de democracia al bando "republicano" a nivel internacional, se abandonó el término rojo, pero ya vemos que era una pura apariencia. En El soldado rojo también se da rienda suelta a la agitación y a la demagogia en otros temas. Se habla por ejemplo de los muertos que hubo en unas maniobras, o de las vejaciones que sufrían algunos soldados, como siempre, sin dar los nombres de los fallecidos o vejados, etc.

Lamentablemente se aprovechaban de la ignorancia de la gente para manipularla. Como el nivel cultural de la población actual no es el de aquella sociedad, en nuestros días las políticas de agitación por antonomasia, las de memoria histórica, sólo recibieron la indiferencia de la gente. Es evidente que hay una minoría, que puede ser la misma que ve programas basura, que consulta blogs de agitación, que lee Público, o que acude a las puertas de unos juzgados cuando hay un crimen famoso o cuando declara una folklórica, en la que la basurilla puede cuajar, pero entiendo que es una minoría, gritona, amplificada por los medios, pero minoría en definitiva.

Os invito a leer los impresos clandestinos en mis notas.



martes, 13 de diciembre de 2011

Cómo perseguían a los obreros libres


Decían los viejos que la UGT y los sindicatos tributarios de la CNT mataban a los que tenían por esquiroles. No es que les privasen de la vida, que también, sino que se referían principalmente a que los perseguían, los maltrataban, procuraban que les fuese difícil suministrarse en las tiendas, les hacían la vida imposible en definitiva, buscando como objetivo que se marchasen de la ciudad. Ya conocemos el caso de Alcacio Rodríguez, en el que lo lograron. El episodio del que me ocupo hoy es un ejemplo del maltrato y persecución a que fueron sometidos los obreros que trabajaban en los fuertes militares de Punta Herminia con el Frente Popular en el poder.

Nos dice el P. Silva Ferreiro que tras la victoria del Frente Popular fueron readmitidos en las obras de los fuertes militares varios obreros que habían sido despedidos por la autoridad militar al plantear un conflicto injusto en 1934. La solución de 1936 consistió en que trabajasen los despedidos y quienes los habían sustituido. No estuvo conforme la CNT y sus obreros no acuden al trabajo, haciéndolo en cambio los sustitutos. Con tal motivo comienzan las coacciones, que mejor habría que denominar, brutales coacciones, salvajes coacciones, o algo por el estilo.

El 28 de febrero de 1936 salían al final de su jornada laboral cuatro trabajadores de las obras que se ultimaban en las fortificaciones militares de Punta Herminia: Lázaro Landeta Gardiazabal, de 41 años; su hijo Alfonso Landeta Muiña, de 16; Jesús Santos Varela, de 32; y Antonio Choren López, de 27. Antes de llegar a la calle de la Torre vieron que en ese lugar había un nutrido grupo que los esperaba, por lo que tomaron camino hacia la antigua Prisión Provincial y calle del Matadero. Poco antes de llegar a la actual Domus, comprobaron que los esperaba otro grupo de agresores, huyendo campo a través por Monte Alto, hacia la calle de la Torre mientras parece que reciben disparos. Al llegar al lavadero que había allí, se vieron acometidos por unos maleantes informativos de la época, entre los que predominaban las mujeres (¿chusma de mujeres? Silva Ferreiro dixit), que los atacaron con palos y piedras hasta que llegaron a la calle del Torreiro.

De la situación de desorden, de inhibición de las autoridades, de entreguismo del gobierno en sus bases violentas, puede dar idea otro hecho que también relata el P. Silva Ferreiro:

Los que trabajaban en Punta Herminia se encuentran sitiados de la noche a la mañana. Avisan al Gobernador y les contesta que no le es posible atenderles. Las mujeres de los sitiados quieren socorrerlos llevándoles comidas; pero esta les es arrebatada y arrojada por el acantilado. Cuatro días pasan sin comer, hasta que un Teniente de la Guardia Civil consigue llevarles provisiones de boca.

Tal vez alguien crea normal o medio normal que unos trabajadores estén sitiados durante cuatro días junto a la Torre de Hércules... El gobernador civil no podía hacer nada, lo mismo que en los asaltos a los locales de la URD, Renovación, Náutico, Patronal o Juventudes Católicas. No podía hacer nada porque eran sus propias bases las que se ponían al margen de la ley, no porque en La Coruña no hubiese Guardia Civil, Guardia de Asalto y hasta una buena guarnición militar. En el proceso que me da pie a esta anotación se produce uno de esos hechos, chuscos, que sólo podían ocurrir en la casa de tócame Roque que era en mi opinión España durante el gobierno del Frente Popular. El juez que instruye el sumario cita a los cuatro obreros que habían denunciado la persecución con piedras, palos y algún disparo. No aparecen, así que los vuelve a citar, y tras varios días se entera el Juzgado que los trabajadores no pueden salir de su tajo por encontrarse sitiados en Punta Herminia, así que se constituye el Juzgado en las obras para recibir las declaraciones:

Comunicándose telefónicamente desde las oficinas de fortificación de Punta Herminia, que los denunciantes a que se refiere este sumario no pueden comparecer ante este Juzgado a rendir declaración por no salir de las mismas en las cuales pernoctan para evitar agresiones, constitúyase este Juzgado en dicho punto al objeto de recibirles las declaraciones acordadas.

Otro ejemplo de la persecución que sufrían estos trabajadores que no estaban afiliados a la UGT ni a sindicatos de la CNT se dio con una señora de 65 años, Josefa Seoane, para la mentalidad de la época y la esperanza de vida, una anciana, a la que arrebataron la comida que llevaba para unos obreros de Punta Herminia y le dijeron que de no ser una anciana, le molerían las costillas XD Que humanitarias eran las mujeres del Frente Popular, porque parece que eran mujeres las agresoras. La Voz de Galicia, correspondiente al 14 de marzo de 1936, lo cuenta así:

En la mañana de ayer la anciana de sesenta y cinco años Josefa Seoane N., de la calle de Marconi, que era portadora de la comida de unos obreros, se vio agredida en la carretera de la Torre, por tres individuas desconocidas, que le arrojaron la comida al suelo, llevándole además los cacharros (al igual que hicieron a otras mujeres).

Del hecho se dio cuenta en la Comisaría de Policía y a la autoridad judicial.

Media España no es que no se resignase a ser asesinada, es que acabaron hasta los mismísimos redaños de que no se les dejase vivir.

Mis notas.




viernes, 9 de diciembre de 2011

Archivos de Defensa, partos de montes y ridículos ratones





Hace unos días, comentaba que uno de los ministerios que en cosa de archivos más se dedicó a la propaganda fue Cultura, y la reciente publicación de una relación de fondos adquiridos en los últimos años me parece una escandalosa prueba del sesgo con el que actuaron. Otro fue Defensa del que ponía como ejemplo que prometió hace varios años la desclasificación de unos documentos, y todavía estamos esperando... Ni que me leyesen. Esta misma semana sale Defensa con amplio aparato mediático, anunciando que han dado fin a un trabajo, si se me permite, del 15: la desclasificación de más de diez mil documentos anteriores a 1968. Cualquiera diría que los examinaron uno a uno. Como bien dice la noticia de El País, quieren desclasificar 41 bloques de documentos, entiendo que series o alguna división de fondo. Y lo demás es puro humo.

Tengo la impresión de que tanto con la creación en el BOE del Archivo General e Histórico de la Defensa hace unos días, como con esta desclasificación anunciada en los medios, no desarrollan nada original sino que hacen a regañadientes la política archivística que impulsó, diseñó o desarrolló Antonio González Quintana, hoy subdirector general de archivos de la Comunidad de Madrid, y entre 1994 y 2003, jefe de la unidad de coordinación de archivos militares del Ministerio de Defensa. A él se le atribuye la autoría del Reglamento de archivos militares, --que pese a no gustarme lo que puede subyacer en él de centralista para la documentación producida por los organismos periféricos de la Defensa-- es todo un señor Reglamento, que no desarrollaron los responsables de la unidad de archivos militares en el período socialista; él fue quien impulsó la construcción del Archivo General e Histórico de la Defensa, que pese a llevar funcionando varios años, lo acaban de crear en el BOE, como decía, también hace pocos días, a última hora; y él, quiero recordar que fue quien llamó la atención sobre el volumen, interés histórico y extemporáneo de la calificación de secretos de muchos de los documentos que se conservan en los archivos militares. Vamos, que si tuviese que apostar, algo apostaría a que ese informe sobre la desclasificación de 41 bloques de documentos --que en los medios se califica de patata caliente para Rajoy, no sé porqué-- ya estaba hecho desde antes de 2004 o trazado en sus líneas maestras, y se sacó de un cajón. Tras el parto de los montes me sigo quedando con la sensación de que ha surgido un ridículo ratón.


martes, 6 de diciembre de 2011

Ser falangista antes de la guerra


Ya comenté en varias anotaciones que falangistas y esquiroles --contra lo que repiten de forma machacona y sobre todo contundente los señores de la memoria histórica-- constituían minorías perseguidas y maltratadas antes de la guerra, en especial a partir del 16 de febrero de 1936. De ello hay múltiples ejemplos y recordaréis el caso del agente de Tabacalera que intentó detener a un contrabandista. Éste lo increpó llamándole fascista, con lo cual el público se echó sobre el agente, que salió ileso gracias a haberse refugiado en un establecimiento y a la intervención de unos soldados.

El 30 de abril de 1936 la Policía practicó un registro gubernativo en las casas 5 y 7 de la calle de San Juan. En la 5 se encuentra hoy instalada la farmacia y un locutorio; y en la 7, O Alfaiate y El Huevito. Al parecer, el gobernador civil había recibido una confidencia en la que se le indicaba que en un piso desalquilado de la casa número 7 de San Juan se estaba desarrollando una reunión fascista, clandestina. No perdió el tiempo, sin comprobar con rigor la verosimilitud de lo denunciado destinó al lugar a varios policías auxiliados por fuerzas de asalto para que registrasen el piso. El resultado fue negativo pese a haberse ampliado esta operación a todas las viviendas de ambos edificios.

A los pocos días, el 6 de mayo de 1936, se presentó por una tienda de la misma calle de San Juan un individuo que dijo ser policía. Preguntó a la tendera si le habían hecho un registro al vecino de la casa nº 7, 1º derecha de la misma calle. Al contestar de forma afirmativa, repuso el supuesto policía que ese vecino era muy malo por sus ideas, que era fascista, y que corrían peligro los vecinos por culpa de este hombre.

El vecino aludido era Manuel Castro Fernández, de 50 años, emigrante retornado y que se dedicaba al comercio. El supuesto policía, que resultó ser de pega, era su hermano Marcial, de 32 años, maestro nacional... Ambos hermanos se hallaban enemistados por cuestiones de intereses y según el primero, su hermano Marcial estaba tras la denuncia que dio origen al registro y era quien intentaba crear un ambiente hostil hacia él haciéndose pasar por policía y atribuyéndole una filiación fascista. El mismo día en que Marcial realiza el comentario a la tendera, Manuel acude a Comisaría aterrorizado porque se le imputaba ser fascista cuando él, tanto en el extranjero como en España, nunca había militado en ningún tipo de organización política, cosa que parece cierta porque no se encuentra en las listas de militantes de diversas organizaciones que pude consultar. El hecho de que Marcial intentase atribuirle un carácter fascista parece aterrorizarlo porque:

...puede dar lugar, de persistir en la propaganda que hace en contra suya, a que se produzca alguna alteración del orden o sea asaltado el hogar del compareciente, se le ocasionen daños en el ajuar o le incendien su hacienda, pues que, como deja dicho, el 30 de abril fueron a registrar su casa y se congregó bastante público en actitud hostil por haber creído en efecto que era fascista...

No tenían estas preocupaciones los de izquierdas, que todavía no me encontré en este período de agitación, de quemas de iglesias, de incautación, asalto o allanamiento de rectorales, de asaltos a centros de derechas, etcétera, no encontré, digo, un solo caso en el que los registros gubernativos fuesen dirigidos contra algún izquierdista, masón o sindicalista. Y ya sabemos que según el propio gobernador civil, los registros habían tenido bastante extensión. Si un señor que no era falangista, ni miembro de Renovación Española, ni de la CEDA, ni de un sindicato libre --que según para quienes, todos los anteriores eran fascistas-- se encuentra aterrorizado por imputársele una filiación fascista ¿os imagináis la presión a la que pudieron estar sometidos aquellos falangistas y sus familias, encarcelados por orden gubernativa, registrados sus domicilios con amplio aparato de fuerza pública en la calle para que se les pudiese señalar, vistos de forma hostil, en un ambiente de opresión, etc? Llegó la guerra, y cuando el león rompe su jaula, cuando se llega a una situación de guerra en la que se abandonan los procedimientos empleados en tiempo de paz, como dice el viejo aforismo: en la guerra, como en la guerra.

Mis notas.



sábado, 3 de diciembre de 2011

De Casteleiro, la señorita y el tinterazo


Vuelvo al local de Renovación Española, al edificio que aparece con una mosquitera verde. En su primer piso estaba instalada la sede social de esta entidad. Ya comentamos que el 15 de febrero de 1936, víspera de las elecciones, hubo disturbios en la calle Real. Grupos, que parecen de mozalbetes y con una destacada presencia del elemento femenino, transitan por la calle Real con escaleras pegando sus carteles y arrancando los de las derechas. Al sacar unos carteles que había en los balcones de Renovación, los socios se asoman, lanzando lo que tienen a mano: tinteros y pisapapeles. Desde la calle se les responde con una lluvia de piedras --que no hay en la calle Real, así que las llevaban puestas-- que hiere en la cabeza a un socio provocándole una pequeña brecha de la que es asistido en el propio local por dos médicos que se encontraban allí.

Alguien me contó que una de las virtudes que tuvo el hecho de que cuajase la afición al fútbol desde principios del siglo XX, fue que con ella se acabaron las temibles pedreas. En estas, equipos de animalitos jugaban o se desafiaban lanzándose piedras que con frecuencia originaban la pérdida de un ojo, lesiones que dejaban señalado al muchacho de por vida, o incluso la muerte. Hoy se han perdido otros juegos igual de bestias, como ir a la playa o a una zona de rocas bajas a torear las olas un día de temporal, que de forma también periódica dejaba a algún que otro muchacho ahogado. Aunque en los años 30 las pedreas no fuesen tan frecuentes, algo perduraba de ellas, no sé si en el subconsciente de aquella generación. En el apedreamiento de la sede de Renovación, los socialistas y juventud revolucionaria en general, debían llevar piedras en los bolsillos. También vimos que el falangista Gerardo Martínez Pan fue detenido en 1935 por ocupársele piedras en los bolsillos. Los socios de Renovación, igual de primarios si el caso lo exigía eran más finos y lanzaron tinteros y pisapapeles contra la turba que se había encaramado con escaleras a sus balcones y retiraba los carteles de Acción Popular.

No aparece por parte alguna la tal María Manteiga de la que habla la prensa, sino que de acuerdo con la causa, el tinterazo le cae a Amparo Torrente de la Cruz, de 22 años, soltera, vecina del callejón de Tabares en donde sería excepción si no fuese prostituta. Se presenta en Comisaría a formular una denuncia por daños al habérsele manchado de tinta el vestido. Acusa como responsable del tinterazo a un tal Casteleiro, que según la Policía es José Casteleiro Varela, de 31 años, viajante. Yo añadiría que fue un conocido miembro de la milicia ciudadana Caballeros de La Coruña, en donde su hermano Armando era en 1936 brigada.

A Manuela Martínez Rodríguez, de 14 años, que según dice, pasaba por allí, le tiraron un pisapapeles de vidrio o un fragmento de este que le provocó una brecha por la que fue asistida en la casa de socorro. Acusa al secretario de Renovación Española, Juan Vidal Verdes, como autor del hecho.

Otros personajes que rodean este suceso son: Pilar Mesejo Salorio, de 17 años, reconoce que formaba parte del grupo que hacía propaganda del Frente Popular. Horacio Mosquera Maceiras, de 18 años, albañil, dice que pasaba por allí y añade incluso que vio como Casteleiro sacó desde el balcón una pistola. Es el único que lo dice. Óscar Freire García, de 16 años, carpintero, también pasaba por allí y ayudó a transportar a la casa de socorro a la lesionada. Olegaria Allegue Dopico, de 15 años, iba en compañía de su amiga Manuela Martínez, también paseando. Esperanza Carballido Montoya, de 19 años de edad, dice que iba en compañía de sus compañeras las denunciantes.

Me llama la atención la edad, chicas de hasta 14 años que parecen formar parte de organizaciones integradas en el Frente Popular. También me llama la atención esa probable prostituta, de nuevo por medio de asuntos relacionados con el F.P.

Mis notas.