domingo, 29 de septiembre de 2013

Cómo fingían ser demócratas y respetar la Ley

José Sánchez Gacio fue el hombre de Casares Quiroga en el partido judicial de Mondoñedo. A él parece que le debió su nombramiento como presidente de la Diputación Provincial de Lugo en 1932 y el cargo de gobernador civil de La Coruña en 1936. En este último, que ejerció entre febrero y abril, destacó por su sectarismo: destinar en el muelle a un inspector de policía que intervenía las labores de contratación y excluía de forma sistemática a aquellos obreros no afiliados a la UGT o CNT; despedir a los que trabajaban en las posiciones militares de Punta Herminia y San Pedro de Visma por iguales motivos; plegarse a las exigencias anarquistas y desterrar al presidente de la Patronal José Pérez Cepeda; efectuar registros en casas rectorales como la de Sigrás, para acosar al párroco que la ocupaba; o dejar hacer a las manadas borreguiles del Frente Popular en los asaltos al Club Náutico, sede de la Unión Regional de Derechas, de Renovación Española, de las Juventudes Católicas o de la Patronal, etc. De lo anterior, tal vez lo más grave, o lo más revelador del carácter antidemocrático de Sánchez Gacio, o de la coalición frentepopulista a la que representaba, fue convertirse en muñidor del pucherazo que se dio en las elecciones del 16 de febrero.

Al comenzar la guerra, las autoridades militares investigaron los sucesos ocurridos en Mondoñedo durante el alzamiento y se abrió una causa contra Sánchez Gacio. Como allí no se repartieron armas ni hubo disturbios, la causa fue sobreseída. En 1937 se supo que el exgobernador se había trasladado a Lugo, recogiendo gente de su entorno, y que estuvieron en el Gobierno Civil, en donde incluso se le expidió una licencia de armas fechada el 20 de julio. Esto sirvió para abrirle una nueva causa, y entre los documentos que se aportan aparece el que transcribo más abajo. De él resulta que durante el Asalto a la Patronal, no sólo los guardias de Asalto tenían orden de estar por el lugar de forma pasiva, sin intervenir; también tenía la misma orden la Guardia Civil que debía hacer acto de presencia, pero no intervenir; y si intervino fue por las órdenes particulares que dio el primer jefe de la Comandancia, Benito de Haro Lumbreras. También resulta que cuando se estaba realizando el escrutinio correspondiente a las elecciones del 16 de febrero en el Palacio de Justicia, se intentó robar las actas, oyéndose unos ruidos a los que respondió la fuerza huyendo quienes intentaban violentar las puertas. Como esto no convenía a los intereses del Frente Popular, el gobernador ordenó sustituir a la Guardia Civil que custodiaba y aún custodia ese edificio, por guardias de Asalto. El oficio está dirigido al Sr. Comandante Juez Militar Permanente del 8º Cuerpo de Ejército Don Segundo Díaz de Herrera:

En contestación a su atento escrito de fecha 25 del anterior, tengo el honor de informar a V.S. que hechas las averiguaciones pertinentes para venir en conocimiento de la actuación que como Gobernador Civil de la provincia tuvo DON JOSÉ SÁNCHEZ GACIO, comprendido entre el 20 de febrero de 1936 a 12 de abril del mismo año, resulta: Que dicho señor era amigo personal del funesto Casares Quiroga, al que le debe políticamente todo cuanto fue durante el mando del frente popular.- Mientras desempeñó el cargo de Gobernador, se cometieron en esta Capital innumerables desafueros, tales como el asalto a los locales de las organizaciones católicas y de matiz político derechista, sin que diese órdenes concretas a la fuerza pública para reprimir tales desmanes. Así mismo fueron asaltados los locales del Club Náutico y Asociación Patronal, destrozando los enseres, documentación y mobiliario de los mismos, sin que se diesen oportunamente las órdenes necesarias para evitar el que las turbas llevasen a cabo los atropellos reseñados. Si bien en honor a la verdad el Jefe que suscribe hace constar que en el mes de marzo de dicho año, con ocasión de desarrollarse en esta Capital una huelga general, no recordando el día, a requerimiento de mi autoridad, se consiguió que por orden verbal de dicho Gobernador, y tras reiterados ruegos, saliese la fuerza a la calle, pero con el solo fin de hacer acto de presencia, actuando aquella con la energía que caracteriza a las fuerzas del Instituto, ante los desmanes que se cometían, como fue el asalto a la Patronal, obrando en cumplimiento de órdenes particulares que hube de dar a la fuerza, para que procediesen de esa forma y no como la autoridad gubernativa quería. A raíz de celebrarse las elecciones del 16 de febrero y hallándose en el escrutinio de actas para Diputados en el Palacio de Justicia de esta Ciudad, se intentó la perpetración del robo de aquellas, impidiéndolo la fuerza del Cuerpo, y al objeto de que pudiera llevarse a efecto aquel, el señor SÁNCHEZ GACIO, dispuso por escrito, que en copia acompaño, fuesen relevadas las fuerzas que prestaban servicio en la Audiencia, con el pretexto baladí de que estuviesen preparadas para salir a otros puntos de la provincia, estando atendido el orden público en todas las localidades, puesto que había fuerzas concentradas en distintos puntos de la provincia, haciéndose cargo de la custodia de dichas actas las fuerzas de Asalto y sobreviniendo entonces el escandaloso robo de las actas. Relevó en el mando del Gobierno Civil de la provincia al Comité que contra toda Ley y derecho se apoderó de aquella dependencia a raíz de la elección, integrado aquel Comité por elementos extremistas y otros de la peor calaña.

Dios guarde a V.S. muchos  años

La Coruña, 7 de Septiembre de 1937

II Año Triunfal

El Teniente Coronel Primer Jefe

Benito de Haro Lumbreras [rubricado]


COPIA QUE SE CITA

Hay un membrete que dice: Gobierno Civil de la provincia de La Coruña - Secretaría.- Constantemente acuden a este Gobierno civil demandas de envío de fuerza a distintas Ciudades y Villas de esta provincia, y con el fin de atender al mayor número posible de ellas, se servirá V.S. disponer que toda la fuerza que se encuentra actualmente concentrada en distintos puntos de la misma, se encuentre dispuesta a salir rápidamente para cualquier sitio que sea necesaria, disponiendo para ello también de la que se encuentra de servicio en esta Audiencia Territorial, la que será relevada en la noche de hoy por fuerzas de Seguridad o Asalto.- Lo digo a V.S. para su conocimiento y efectos.- La Coruña 23 de febrero de 1936.- El Gobernador Civil.- José Sánchez Gacio.- Rubricado.- Al pie.- Sr. Teniente Coronel Jefe de la Guardia Civil de esta provincia.

Es copia:

El Teniente Coronel Primer Jefe

Benito de Haro Lumbreras [rubricado y sellado con el de tinta violeta del Primer Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de La Coruña].

Causa 1.119 de 1937 de la Auditoría de Guerra de la Octava División Orgánica contra el paisano José Sánchez Gacio y otros por el delito de rebelión, fol. 76 y 77 de la primera pieza. Depositada en el Archivo Intermedio Militar Noroeste (Ferrol) por el Tribunal Militar Territorial IV (La Coruña).



domingo, 22 de septiembre de 2013

Pedro Galán Calvete: mentira sobre mentira

Dice una frase popular que la historia nacionalista es toda inventada. Yo no sé si toda, pero desde luego se fabula de carafio... La izquierda extrema tiene por máxima que contra el cuerpo la violencia y contra el alma la mentira. Como la violencia resulta cada vez menos presentable, sin dejar de prestar apoyo y solidaridad a maleantes informativos y terroristas, lo que más abunda es la mentira, que en cuestiones como el culebrón de la finada memoria histórica, es mentira sobre mentira.

Me enteré a través de la prensa que un grupo político rendía homenaje a Pedro Galán Calvete presentando una publicación que se entregaba de forma gratuita a los asistentes. Me interesaría consultarla por si aparece algo relacionado con el Santo Pucherazo del plebiscito estatutario gallego, pero tampoco me da tan fuerte como para madrugar un sábado por la mañana. Lo que me sorprende sobre esta figura, que se quiere mitificar, sobre la que se hace hagiografía y a la que no me importa hacerle bucle, seguro de contar con la indiferencia del público en general, salvo a tres que nos interesa, es que se dice y repite que fue paseado en la Corveira (Culleredo), y visto lo anterior, se fabula conque lo encontraron varias lecheras en una cuneta. Esto entre otras afirmaciones literarias de las de no ganar para sustos, como considerar a la Mala Real Inglesa un buque y no la (archifamosa) marca española de la naviera británica Royal Mail Lines. Vamos, que tururú.

El 16 de septiembre de 1936, el juez de instrucción del Distrito del Instituto comunicó al presidente de la Audiencia Provincial de La Coruña que con esa fecha daba comienzo a la incoación de un sumario sobre "muerte de cuatro individuos desconocidos que aparecieron en el túnel del ferrocarril Coruña-Santiago". Todo ello en virtud de aviso telefónico recibido en el Juzgado. Es evidente que por Rutis no pasa ningún túnel de ferrocarril, y menos por la Corveira.

El sumario fue sobreseído provisionalmente y como tal no se conserva por ser objeto de expurgo. En el antedicho auto de sobreseimiento consta que los cadáveres correspondían a quienes en vida llevaban los nombres de Manuel Andrade Deibe, socialista según testimonio de Pedro de Llano, "Bocelo" (Carlos Fernández, 2007, 649); Pedro Galán Calvete, secretario de organización de las juventudes galleguistas; José Manuel Álvarez Álvarez; y Joaquín Iglesias Cabana, dirigente socialista y sobre el que contamos con una fuente policial que lo calificaba como peligroso (Lamela, 2002, 24, 137). Todos debieron ser considerados peligrosos para el mantenimiento del orden público, tal vez por haber intervenido de forma violenta contra las fuerzas militares en el Gobierno Civil, en barricadas, en el asalto a la Armería Eirea, al Hotel Palace, etc. Plácido Castro ocupaba el cargo político más destacado de los galleguistas locales: presidente del comité municipal del Partido Galeguista. Lo debieron considerar desafecto, siendo objeto de varias sanciones, pero no peligroso cuando conservó la vida y no sé que fuese encarcelado, que pudo haberlo sido en un primer momento. Si con Alejadro Bóveda o Alexandro Bóveda, al que no sé muy bien porqué dan en llamar Alexandre Bóveda, cuando firmaba como Alejandro o Alexandro, pero no como Alexandre, se cuidan muy mucho de ocultar las fuentes [causa 356 de 1936 de la Auditoría de Guerra de la Octava División Orgánica contra Alejandro Bóveda y otros por el delito de traición, depositada por el Tribunal Militar Territorial IV en el Archivo Intermedio Militar Noroeste de Ferrol] en donde aparece que daba órdenes en el Gobierno Civil de Pontevedra sobre transporte de bombas; cuando callan que fue tal vez el principal dirigente del comité que se encargó de repartir armas en dicha ciudad para hacer una oposición violenta a los militares; cuando silencian los testimonios que lo dibujan como un exaltado que decía que había que matar a D. Gonzalo Acosta, gobernador civil pontevedrés, por haber resignado el mando en los militares alzados; cuando se dan estos silencios, siendo como fueron los paseados en La Coruña un galleguista declarado marxista, o izquierdistas también jóvenes; cuando sabemos como acabo de indicar que Pedro Galán se consideraba marxista y separatista; que participó en un mitin con el troskista Eugenio Carré Naya, sujeto este relacionado con el apuñalamiento al falangista Francisco Pena Manso ¿a alguien le puede extrañar que el día 20 de julio, fecha en la que se declaró el estado de guerra en La Coruña, los paseados en uno de los túneles de la línea de ferrocarril Coruña-Santiago que se encuentran dentro del término municipal de La Coruña, se uniesen a la manada borreguil que hizo oposición violenta a los militares, y que estos por tal motivo los considerasen peligrosos para el mantenimiento del orden público, sin dignidad suficiente para pasar ante un consejo de guerra al haberse enfrentado desde su estatus de paisanos a hombres uniformados, y mirasen para otro lado ante una ejecución extrajudicial?

Si de los cuatro realmente paseados en Rutis, por cierto, tres de ellos una semana más tarde que Pedro Galán (me pregunto por la proximidad cronológica si alguien oiría campanas y se confundiría), sabemos que fue inscrita su defunción en el Juzgado Municipal de Culleredo, que a sus cadáveres se les dio sepultura en el cementerio de la parroquial de Rutis pese a ser todos vecinos de La Coruña (Lamela, 2002, 155); que salvo excepciones (generales Caridad Pita y Salcedo Molinuevo) no se permitían los traslados de los cuerpos de ejecutados al cementerio de la capital para no congestionar el trabajo de los enterradores; si también sabemos que las defunciones de Manuel Andrade Deibe, Pedro Galán Calvete, José Manuel Álvarez Álvarez y Joaquín Iglesias Cabana, se encuentran inscritas en los libros del Registro Civil de La Coruña, en donde consta que sus cadáveres aparecieron en el distrito coruñés (y no en el cullerdense); si también consta que cuando menos al cadáver de Pedro Galán Calvete se le dio sepultura en el cementerio de San Amaro de La Coruña (Monterroso, 1992, 88) ¿de dónde se saca la milonga de que a Pedro Galán Calvete lo pasearon en la Corveira (Culleredo) y subsiguiente fábula de que fue hallado en la consabidísima cuneta por unas lecheras?

Luego las obras de historia nacionalista y en particular sobre memoria histórica se ven en las librerías entre las publicaciones de oferta; o van a la trituradora en aquellos autores que no quieren pasar por el trago de verse de saldo; o se regalan en congresos y ferias de editoriales que las publican porque al estar en su mayoría escritas en gallego, cuentan con una subvención que las financia y no se pierde dinero. Aunque no las compre ni el Tato porque, por los inventos y fábulas que acabamos de ver, carecen de rigor, no ofreciendo confianza ni mereciendo credibilidad; porque el público, con muy buen criterio, sabe que por lo común son obras propagandísticas en las que lo racional es lo de menos y lo de más se reduce a buscar una respuesta emocional en el lector; excitar con demagogia a ver si la población se moviliza, con escaso éxito por cierto cuando las concentraciones y manifestaciones suelen contar con una asistencia ridícula, en la que se puede pasar lista. Tal vez por eso que dice la gente, que la historia nacionalista es (toda) in-ven-ta-da.




domingo, 15 de septiembre de 2013

Coaccionadores

De acuerdo con el P. Silva Ferreiro, la huelga general planteada el 20 de marzo de 1936 fue pródiga en choques violentos. Vimos algunos en la anotación anterior así como otros, y hoy podemos documentar uno más. Al día siguiente, 21 de marzo, sobre las siete menos cuarto de la mañana, una pareja de la Guardia Civil se dirigía a relevar a los que se encontraban prestando servicio de protección en el transformador de Montrove (Oleiros). Quiero suponer que la Guardia Civil no prestaba servicio permanente en este punto, sino que dada la proximidad del núcleo anarquista de San Pedro de Nos --que había dado elocuentes muestras de sus actividades terroristas-- se quiso proteger el transformador, por ejemplo de un atentado con explosivos.

Lo cierto es que los guardias Antonio Dapena Corbal y Antonio Pérez Seoane se dirigían al transformador de Montrove en una camioneta a cuyo volante se encontraba el conductor del instituto, Manuel Bazaga Delgado. Al llegar a la pendiente que hace la carretera tras pasar los Castros, en las proximidades del Sanatorio de Oza, vieron que seis o siete individuos --a quienes de forma aséptica se llama coaccionadores-- estaban dando muestras de arrojo rodeando a un grupo de mujeres comarcanas. Se trataba de lecheras a las que vertían sus cántaros y otras campesinas que vendrían andando o en burro, y a las que inutilizaban los productos agrícolas que traían para surtir el mercado local. Los guardias se apearon para proteger a las mujeres y al ver esto los que hoy cualquier conciencia honrada designaría como maleantes informativos --por aquellos días les llamarían chulos, rojos, perros de la rabia, etc.-- se dieron a la fuga. Al distanciarse unos cincuenta metros comenzaron a tirar piedras contra la fuerza a la vez que proferían palabras que entraban dentro del tipo definido y castigado en el artículo 256 del Código de Justicia Militar (1890) como insulto a fuerza armada. Ya vimos algunos insultos usados en los años 30. Como por aquellos días el Estado protegía a sus agentes tanto como hoy en USA, los guardias hicieron un disparo cada uno con sus mosquetones y el conductor otro su pistola. Hecha una comprobación, parece que ninguno de los ofensores resultó herido, y al darse a la fuga, tampoco se les pudo exigir que respondiesen por su delito ante el consejo de guerra ordinario de plaza, que de ser detenidos, vería y fallaría la causa que se les instruyó y fue sobreseída.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Asalto a la Patronal, disturbios callejeros y actuación de la Guardia Civil

Vuelvo sobre un tema que ya toqué pero que amplío al haber localizado información con detalles de interés. Ya vimos que en la mañana del 20 de marzo de 1936 el anarquista Luis Amboage Mato, acompañado de varios mandriles persiguió desde Linares Rivas hasta Caballeros a un grupo de obreros a los que tenían por esquiroles. Entraron en los ranchos de Lozano, se produjo un tiroteo y Amboage cayó muerto en los campos inmediatos encontrándosele un vergajo y una pistola. Esta muerte sirvió, una vez más, para que los anarquistas olvidasen su carácter previo de victimarios y enarbolasen el discurso victimista declarando la huelga general; que delirasen acusando a la Asociación General Patronal de armar a aquellos obreros que no eran anarquistas; que el gobernador civil se doblegase ante las presiones sindicales desterrando al presidente de la Asociación, José Pérez Cepeda; que prosiguiesen los disturbios que padecía la ciudad desde hacía días (asalto a la Unión Regional de Derechas, al Náutico, o a Renovación Española), ahora con el asalto al local de la Asociación General Patronal y al de las Juventudes Católicas, números 20 y 22 de la calle Real, respectivamente.

Entre las cuatro y cuatro y media de la tarde de aquel 20 de marzo de 1936 el gobernado civil, José Sánchez Gacio, dio orden a la Guardia Civil para que se dirigiese a la calle Real en donde se encontraba la sede de la Asociación General Patronal cuyos locales estaban siendo asaltados. De inmediato, el primer jefe de la Comandancia, teniente coronel Benito de Haro Lumbreras, dispuso que saliese del cuartel de Médico Rodríguez una sección al mando del sargento Faustino García Estévez, cabo Francisco Brea Cadavid, nueve guardias y dos conductores. Llegó el pelotón en una camioneta a la mitad de la calle Real, atestada de público y no pudo avanzar, así que la fuerza se apeó, fue insultada (el insulto a fuerza armada era un grave delito militar), teniendo que abrirse paso a viva fuerza mediante culatazos y disparos al aire. Al llegar a la patronal el espectáculo debía ser tan bochornoso como el que se estaba viviendo en días previos con otros asaltos: los muebles eran golpeados unos con otros en el interior de los locales y a continuación arrojados por los balcones.

En las inmediaciones de la Patronal estaba de guardia una pareja de Asalto desde la una de la tarde, con orden de estar por allí sin hacerse muy visibles, sin que se les hubiese dicho nada sobre intervenir. De ahí la decepción de la Patronal ante su falta de actividad que se incremento en días posteriores con la negativa del Ayuntamiento a condenar los disturbios, o que el alcalde --que sería fusilado al comenzar la guerra-- calificase lo ocurrido como expansiones político-sociales de los primeros días de la victoria popular electoral

En torno a las cuatro de la tarde llegó un grupo individuos que se dirigieron a la pareja de Asalto para comunicarles su propósito de subir a la Patronal y entrevistarse con sus responsables. No les pusieron inconveniente. Al llegar al primero, los empleados vieron que algunos tenían sus manos en los bolsillos de las americanas, como portando pistolas o revólveres. Dijeron que buscaban armas. Se les respondió, entre otros por Luciano Pita Romero, que allí no había armas, pero de nada sirvió. Registraron a algunos empleados e inmediatamente se pusieron a golpear unos muebles con otros y a arrojarlos por los balcones. Los trabajadores de la Patronal quisieron huir pero por la escalera subía un tropel de mandriles que se lo impedía, así que algunos se refugiaron en los pisos altos y otros se escaparon saliendo por las ventanas que dan a la calle de la Galera, pasando a una casa colindante.

Al llegar a la altura del local asaltado la sección de infantería de la Guardia Civil, parece que se les disparó desde un balcón por donde arrojaban los muebles a la calle, desde un cercano edificio en cuyo bajo se encontraba la mercería La tijera de oro, desde la papelería de Braulio, o desde la esquina de Real con Agar. El guardia conductor, Manuel Bazaga Delgado, repelió con su pistola la agresión que sufría desde los balcones de la Patronal, logrando que quien lo hostilizaba se refugiase en el interior. Los guardias dispararon sus fusiles, teniendo que curarse varias personas en la Casa de Socorro del Hospital de Caridad de heridas de arma de fuego producidas en las pierniñas; otros sufrieron lesiones leves como consecuencia de la caída de los muebles a la calle, y llama la atención que varios de los lesionados no fueron hallados ni eran conocidos en los domicilios que declararon como propios al ser curados. Algo non sancto harían, vamos, digo yo.

Pese a que el cabo Brea y un guardia fueron suficientes para despejar el local de la Patronal, en donde quedaron de guardia, en la calle los grupos seguían insultando y hostilizando a la fuerza. Teniendo noticias de esto en el cuartel de la Guardia Civil, el primer jefe hizo salir una sección a caballo al mando del jefe de la línea de la capital, teniente José Aranguren Ponte. También parece ayudó a restablecer el orden público una sección de Asalto al mando del teniente Santiago Fernández Miranda, que según el P. Silva Ferreiro arrebató personalmente de manos de los manifestantes la bandera comunista. Desde el 17 de febrero estaba declarado el estado de Alarma, quedando de este modo prohibida la formación de grupos de personas en la vía pública, así que la sección montada dio los correspondientes toques al clarín sin que los grupos se deshiciesen, y simuló cargas con los caballos al trote, logrando dispersar a los grupos, que se rehacían. Uno de estos grupos se encontraba en la Marina en las inmediaciones de Correos e insultaba a la pareja que guarnecía el acceso a la calle Real por el callejón de la Marina. Salieron para disolverlos siendo tiroteados, haciendo uso del sable el guardia Ángel Pérez Castro, sable este que se le rompió en una de las cargas. Cuando regresaban a la entrada del callejón, el caballo del otro guardia, Faustino Peña Cababas, resbaló, cayendo sobre una pierna de este lo que le ocasionó una fractura. Vista la caída por parte de los grupos, se dirigieron al que estaba en tierra, así que su compañero tuvo que prestarle auxilio haciendo uso de su pistola aunque no llegó a dispararla, pero logrando dispersar el grupo.

Hasta las nueve y media de la noche en que la Guardia Civil se retiró a su cuartel se produjeron varios incidentes, tal vez el más destacado se dio en San Andrés. Pasaba por allí un coche de reparto de pan de la Viuda de Vaquero, establecida en la Corbeira. Los grupos pararon el coche e hicieron apear a los dos trabajadores. Se dirigieron con el vehículo a la Casa Cuna, establecimiento al que de forma demagógica entregaron el pan y a continuación llevaron el vehículo al Campo de Marte en donde le prendieron fuego. Ya vimos algo de esto.



martes, 3 de septiembre de 2013

Retomo el blog

Tras unos meses de descanso voy a volver con este entretenimiento. En principio mi objetivo es continuar por los años 1934 y 1935, que me parecen tan interesantes como conflictivos; pero antes le dedicaré unas cuantas anotaciones a lo ocurrido en los primeros días de la guerra, pongamos por caso la anunciada anotación dedicada al asalto y robo de armas en la Audiencia; al papel de Radio Coruña, Enrique Mariñas su speaker, D. Pancho Hervada, su director propietario, al papel del jefe técnico, el mecánico, etcétera, todo ello en los primeros días del alzamiento. En el caso de Radio Coruña me llama la atención el contraste hipocritilla que se produce entre la línea editorial de esta emisora en nuestros días, turiferarios donde los haya de la memoria histórica, sin que antes hubiesen condenado la memoria de D. Pancho Hervada, como si su historia empresarial no estuviese protagonizada por personas y se pudiese condenar la memoria de un período olvidándose de quienes tuvieron un papel destacado. Tengo previsto dedicar anotaciones a lo ocurrido en el Banco Pastor, al porqué sus puertas estuvieron abiertas a los revolucionarios; o al extraño disparo que se produjo el oficial de Asalto que fusiló al jefe de estas fuerzas, etc. También ampliaré información que me ha parecido muy interesante sobre el incendio de la iglesia de Santa María de Vigo (Cambre); o sobre el asalto efectuado en los locales de la Asociación General Patronal, con disparos por parte de los asaltantes, quema de un vehículo de reparto de pan, actuación de maleantes informativos de la época contra unas lecheras a las que volcaron los cántaros en las inmediaciones del Sanatorio de Oza, etc. 

No sé si escribiré la primera anotación esta semana, tal vez sí, pero no lo aseguro. En principio llevo tiempo haciéndome un colchón de documentos de los que tomo notas. En cuanto tenga un volumen razonable, volveré con el objetivo de escribir dos o tres anotaciones por semana como tenía por costumbre.