lunes, 3 de noviembre de 2014

Asesinato de Manuel Doval Lemat en Cambre (I)

El 18 de abril de 1946 era día de Jueves Santo. Sobre las once y cuarto de la noche de ese día entraron en la tienda y taberna de Doval --más conocido en el pueblo como Coché-- cuatro pistoleros del Partido Comunista de España. El que accedió primero dio un grito de manos arriba y llegó a la cocina en la que la esposa de Doval estaba a punto de ponerle a este la cena en la mesa. Parece ser que era Marcelino Rodríguez Fernández, conocido como Marrofer, asturiano en el que encaja el tópico de loco, vano o mal cristiano. A continuación entraron tres más, Manuel Luis Bello Parga, un botarate veinteañero de La Coruña cuyas andanzas criminales acabarían costándole la vida, que se dedicó a apuntar al público pistola en mano para que permaneciesen manos arriba; también entró Francisco Rey Balbís, más conocido como Moncho, furibundo comunista que acabó falleciendo en su paraíso cubano después de empaparse las manos de sangre en España; y el cuarto que andaba por allí parece que era José Pedreira de la Iglesia, más conocido por Tomás Padilla, otro coruñés que se debía creer la mamá de Tarzán, por cierto, de origen anarquista.

Marrofer y Pedreira hicieron subir al piso alto a Doval exigiéndole armas, dinero y municiones. Como nuestra víctima era una persona discapacitada pues contaba con una minusvalía auditiva muy acusada y no los entendía --de hecho el bar era atendido por la esposa e hijos de Coché porque a este sólo lo entendía la familia y no el público-- se pusieron a maltratarlo. Se supone que ante los gritos de Doval subió su hijo mayor, un niño de 16 años al que en Cambre conocían como Manolo. Este entregó las armas que se conservaban en la casa y convenció a los pistoleros de que allí no había dinero ni tenían municiones.

Se dio a continuación un episodio, que como ha sido contado sin ningún rigor por Lamela (pág. 81-82) contra lo que dice el título de su libro, y cualquiera diría que como a él le gustaría que hubiese ocurrido (que si Doval salió "implorando perdón", etc.), lo cuento ahora con cierto detalle porque además el hecho es un ejemplo, uno más, de la refinada crueldad empleada por los comunistas. De acuerdo con la causa --que es lo único que consultó Lamela para el caso-- y lo que me contaron vecinos de Cambre, Doval bajo las escaleras y cuando lo llevaban, su esposa dijo a los delincuentes que perdonasen a su marido y que no le hiciesen nada. La gente de Cambre cuenta que gritaba "¡no me lo matéis!". En ese momento tan grave uno de los terroristas parece que quiso burlarse de la señora dando un aspecto de justificación a lo que estaban a punto de cometer. Dijo en voz alta que a él también lo habían fusilado, y lo mismo que habían hecho con él, lo haría él con los demás. Uno de los clientes repuso que difícilmente lo habían fusilado cuando se encontraba vivo. El violento se encaró con el cliente diciéndole que se callase pues ya lo entendían. Lo que coligieron aquellos parroquianos era que lo habían dado por muerto en una cuneta. Falso. De ninguno de los que participaron en el atentado se sabe que hubiese sido paseado y quedase vivo. Lo que pone de manifiesto, una vez más, que no se equivoca la sabiduría popular cuando asegura que un comunista nunca dice la verdad, que un comunista es un tío más falso que un duro de madera y siempre va por detrás.

Acto seguido Doval salió del bar seguido de los pistoleros. Con anterioridad, otros terroristas de la misma cuadrilla se habían colocado en el cruce de carreteras inmediato al bar de Coché. Otros hasta totalizar unos ocho o diez en las salidas a la plaza de las calles inmediatas. Cada vez que llegaba un vecino le daban el alto, lo registraban y lo llevaban a la acera de enfrente del bar en donde permaneció un grupo de pobres paisanos, aterrorizado y manos arriba mientras se desarrolló el suceso. Al salir del bar, los violentos pretendían que Doval se dirigiese a la zona ocupada por el público para asesinarlo allí a la vista de todos y de su mujer e hijos que lo verían todo desde el bar. La víctima, sospechando sin duda que su fin podía estar cerca, al llegar a los primeros árboles de la plaza echó a correr hacia la derecha y se internó en el callejón del Regueiro, situado entonces en donde ahora la farmacia. Al ver eso Rey Balbís, vació el cargador de su pistola contra Coché, pidió una linterna a sus compañeros, se internó también en el callejón del Regueiro y se oyó otro disparo. Acaban de dejar a una viuda con cinco hijos, el mayor de 16 años.

Por último, Marrrofer dio dos pitadas con un silbato y esto sirvió para que todos los integrantes del comando terrorista se reuniesen en la plaza e hiciesen el mamarracho: realizaron disparos al aire y salieron camino de Cela en un remedo de formación militar cantando himnos como La Internacional y Joven Guardia.

¿Así pretendían atacar al régimen? Les gustase o no, me dicen que esta familia era y es muy querida en Cambre y dejando a un lado la opinión popular de aquel tiempo, en el sentido de que ya se había matado bastante durante la guerra, este asesinato por la solidaridad natural y en este caso general con una familia de buenos vecinos no hizo sino hacer impopular y reforzar el estereotipo de personas crueles que caracterizaba a los integrantes de la guerrilla. Ya veremos que en este caso el delito no quedó impune y casi todos los terroristas pagaron con su vida por este y otros crímenes, y en muy poco tiempo.



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